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8 PASOS PARA COMER SIN ANSIEDAD

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Dije que os explicaría el porqué de mi vuelta y de mi mejoría.
La verdad es que se cumplió el plazo en que los antidepresivos deberían haberme hecho efecto y, sí, apenas lloraba (aunque aún lo hacía), tenía más lucidez que al principio de medicarme, aunque seguía sin poder concentrarme en la lectura, y me sentía en una especie de apatía o «tarifa plana» que no me gustaba nada.
Yo soy impulsiva, me gusta sentirlo todo, vivir a tope, reír a carcajadas y llorar cuando algo me duele. Sentía que podrían abrirme las venas y no salirme sangre. En todo este tiempo no he sido capaz de limpiar mi casa, o de arreglar una maceta para la que compré un macetero y unos tutores. Era pura desidia.
Sabéis que hubo dos factores que desencadenaron esta crisis: mi situación familiar nuclear y mi trabajo.
Con los niños hablé tan francamente como pude, necesitaba que entendiesen la gravedad de la situación y que yo sola no doy abasto a tapar todos los agujeros que tiene este barco, y hemos de hacer equipo y ponernos las pilas… O naufragamos. La situación fue tan límite que tuve que marcar unos objetivos y que, de no cumplirse, habré de tomar medidas. Ellos ya saben cuales son y están de acuerdo. Eso me dio mi primer respiro, saber que si no mejoran su actitud,  hay algo que puedo hacer al respecto. Mi psicóloga opina que era necesario establecer esos límites por mí,  pero también por ellos.
Yo me sentía mejor, pero la simple idea de pensar en mi reincorporación al trabajo me deprimía notablemente.
La mejoría significativa viene cuando recibo una llamada de la empresa preguntando si puedo reincorporarme la próxima semana al trabajo. Al responderles que no y explicar mi situación con el pie, en cuatro horas recibo otra llamada de rrhh para comunicarme que se me rescinde el contrato indefinido.
Y, aunque me quedé chafada, pues no en vano una lleva 27 años trabajando y jamás había cogido una baja, después de caerme unas lágrimas, empecé a sentirme mejor y pensé «Esto es lo que necesitabas Yolanda. Cierre de ciclo». Decidí que esa noche ya no tomaría la medicación, que no la necesitaba. Y no he vuelto a tomar ni una sola pastilla. Al día siguiente me sentía más despejada y animada. Volver a sentirme yo me daba un chute de vitalidad y optimismo increíble. En dos días arreglé la maceta, restauré y cargué el iPod, y en mi casa volvió a sonar la música. Limpié en un fin de semana.lo que no había limpiado en un mes y canturreaba y bailaba por casa mientras lo hacía. No me lo podía creer!!
Era la sensación de haber roto un hechizo y despertar del letargo, recobrar el color en un cuerpo ceniciento. Hubiese podido llegar a creer que todo había sido un mal sueño, a no ser por la pulsera de urgencias, que sigue colgada en mi lamparita, y las ojeras que luzco.
Como dice mi querida @vita013 «Tú eres mas de echarle huevos, que de tomar pastillas» y el resto ya lo conocéis.
Cuando alguien os diga que no puede con su trabajo, que está minando su salud… Hacedle un favor y no le animéis a permanecer en él. Ningún trabajo merece nuestra salud.
Aún no me han dado el alta porque tengo al psiquiatra tan sorprendido, que creo que está esperando una recaída a lo bestia.
Tomé la medicación unas 6 semanas y la dejé de golpe hace siete días. Ya sé que no es lo recomendado, pero tenía que intentarlo. Y, si los efectos secundarios de abandonar el tratamiento es esto que siento ahora… Que me pongan otra ronda!!