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8 PASOS PARA COMER SIN ANSIEDAD

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A pesar de haber conseguido muchos cambios, sigo marcándome objetivos. El desarrollo personal es un camino que no tiene fin ¡y es apasionante! En líneas generales, me gusta como soy. Eso no significa ser perfecta, sino que ya sé que no necesito serlo para sentirme bien conmigo misma. Y me gusto porque, cuando algo de mí no me hace sentir bien, trabajo para cambiarlo.

Soy una persona muy analítica, me gusta planificar y dejar todo atado, me da paz saber qué vendrá después y no llevo bien la incertidumbre. Esto podría resumirlo en una característica que no me gusta: falta de flexibilidad. Y sí, soy bastante inflexible y me descoloca improvisar.

Sabéis que varias veces he estado apuntada en Meetic con la ilusión de encontrar pareja, pero después de más de 2 años sin encontrar a alguien, he reajustado mis expectativas a la realidad. El otro día alguien me dijo que me había rendido. No lo veo así, pero si los pocos hombres que pasan mi filtro no quieren una relación estable, tendré que rendirme a la evidencia de la realidad social de los cincuentañeros en nuestro país.

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Así que cambio de estrategia y de perfil en Meetic y aclaro que no busco pareja sino amistad con alguien capaz de mantener una conversación inteligente, con sentido del humor, educado… Vaya, lo que buscaba en una pareja, pero sin sexo y sin expectativas de frecuencia de encuentros, ni de futuro.

Pero claro, con esto trabajaba la flexibilidad en mi planteamiento inicial (adiós novio, hola amigosinsexo), pero seguía pasando un filtro exhaustivo a todos los candidatos, ya que por eso me gusta Meetic, porque si son de los que rellenan el perfil puedes saber hasta su marca de vino favorita antes de decirles hola. Ideal para la rigidez de mi filtro, claro. No se me escapaba ni uno del control fronterizo.

Así que me digo «Yolanda, eres una floja, esto no es flexibilidad, ni riesgo, ni improvisación, ni ná». Y no sé cómo, te prometo que no sé cómo, encuentro una app para el móvil que se llama Happn y que te avisa cuando te cruzas por la calle con alguien que también la tiene. Sólo hay dos filtros que puedas seleccionar: sexo y edad. Hombre, acostumbrada a saber hasta el número que calzan, flexible parece… Así que la instalo y me propongo aceptar citas y quedar a tomar un café con cualquier persona que me lo proponga, a no ser que tenga cara de asesino en serie, y darnos la oportunidad de conocernos, sin escaneo previo.

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Empiezo a ver en el timeline las personas con las que me cruzo cuando salgo de casa. Algunas deben de vivir bastante cerca porque nos cruzamos a menudo. La primera persona con la que hablé fue Juan, un hombre de Madrid que estaba aquí de viaje. No pudimos quedar antes de que se marchase y tenemos un café pendiente para cuando vuelva, que será pronto.

Tras un par de conversaciones con otras personas que no acabaron en nada, me saludó Raúl: «Hola, esto me manda una alerta tuya, pero no sé qué significa». Yo le aclaro que nos hemos cruzado y él me ha mandado un «hola» y yo le he respondido, y que por eso ahora podemos chatear.

Miro sus fotos y hay una que me suena muchísimo. Supongo que nos conocemos de algo, o está en el grupo de singles de Facebook, o en Meetic, o somos vecinos… Me dice que esa foto no está publicada en ningún otro sitio y que está seguro de que, si nos hubiésemos visto antes, se acordaría de mí.

Hablamos durante un rato y me pareció un hombre agradable. Trato de no analizar mucho, recordándome que estoy trabajando mi flexibilidad.

A los pocos días, veo que ha cambiado sus fotos y hay un detalle en una de ellas que me llama mucho la atención y, al comentárselo, retomamos la conversación, esta vez profundizando mucho más.

Y, sin darnos cuenta, nos encontramos durante varios días mandándonos mensajes hablando de nuestra jornada, de nuestra vida, de cómo somos… Yo suelo empezar los míos con «Querido amigo desconocido…», aunque cada vez es más querido y menos desconocido.

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Los dos vivimos esto como un regalo, como si fuese mágico. Sabemos que un día nos cansaremos, aparecerá otra persona o, simplemente, caerá el interés e iremos espaciando los mensajes hasta perder el contacto, pero hoy es divertido tener un amigo desconocido.

A veces dice «Si algún día quedamos a tomar algo…» pero no, creo que es mejor que esta historia quede así. Ninguno de los dos quiere una pareja en este momento, los dos estamos bien, nos seduce el juego por inesperado y diferente, y estamos convencidos de que el componente mágico es, justamente, no conocernos en persona.

En ocasiones me asalta la idea de pasarnos a whatsapp, para poder compartir, vídeos, fotos, enlaces, artículos… pero pienso que es volver a lo de siempre, al mismo esquema de relación habitual, al full pack y la inmediatez. Y entonces, elijo seguir manteniendo esas limitaciones que hacen nuestra comunicación diferente. Hace años se mantenían relaciones por carta y aguardaban semanas para recibir la esperada respuesta. Y funcionaba.

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A veces, nos atrapamos en la idea encasillada de la relación tradicional, sea del tipo que sea. Todos leemos artículos que aseguran que las redes sociales están desplazando a los encuentros presenciales y tienen parte de razón. Pero creo que ambas relaciones son igual de válidas. El fin de cualquier relación no tiene por qué ser conocerse frente a un café, o pasar de la relación virtual a la presencial. No todo debe ser como siempre ha sido. Y una persona que nunca has visto puede saber más de ti que tu propia familia. Las personas especiales, como la magia, están en todas partes. Y yo hoy soy un poquito más flexible.

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