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Que mi vida sentimental no es una de las áreas fuertes de mi vida es sabido por la mayoría de mis seguidores. Pasé de no saber estar sola, lo que no me ayudaba precisamente a elegir bien mis parejas, a saber estarlo, lo que sigue sin facilitar la labor, puesto que, o bien llega alguien a sumarme mucho, o mejor que no venga.
El otro día fui al cine a ver a Scarlett Johansson en Ghost in Shell y, a la salida, entré a La Casa del Libro con un buen número de fotos en mi móvil de títulos que me interesaban, todos relacionados con temas de desarrollo personal y aplicables a mi trabajo. Allí, en la tienda, entre el bloque de PNL y el de Mindfulness, había un único ejemplar titulado «De Caperucita a loba en sólo seis tíos«. Pensé que alguien lo había cogido de su estante para echarle un vistazo y luego lo habían dejado en un sitio que no era el suyo. Miré la portada y lo dejé donde estaba como si fuese radiactivo. Y es que a mí, casi todos los productos dirigidos específicamente a mujeres me suelen chirriar bastante. Como el Mujer de Hoy, que se desglosa en Moda, Belleza, Estilo, Amor, Sexo, Salud y Horóscopo. De las siete categorías me sobran cinco y una de las dos que quedan es común a los hombres. Como diría mi hija, un truño. El otro día me enteré de que hay porno para mujeres y, cuando lograron convencerme de que era verdad, me salieron unas petequias en el cuello que aún no me han desaparecido. No en vano, en el test del libro «Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas» me salió que tengo un cerebro con un 70% de predominio masculino.
El caso es que, de al menos cinco títulos que llevaba en el móvil, sólo encontré uno. Y esto es como para algunas de mis amigas salir de rebajas y volver sólo con una camiseta a casa. Ya sabéis que yo creo que todo pasa por algo, entonces, ¿qué hacía ahí ese libro que, cada vez que repasaba los títulos de la estantería con la cabeza ladeada buscando algo interesante, volvía a pasar ante mis ojos?
Leí en la contraportada que la autora, Marta González de Vega, había coordinado y escrito cientos de monólogos en el Club de la Comedia y, definitivamente, por los 6 euros que cuesta el libro, la pérdida no sería grande en caso de resultar ser un Mujerdehoy. Así que me lo llevé junto a otro de Laura Gutman. Fusión, creo que lo llaman ahora.
Lo empecé esa misma noche y lo acabé a la mañana siguiente. No llevaría ni diez páginas cuando sentí la necesidad de subir a Facebook e Instagram la foto de unos párrafos del libro. Iba pasando capítulos y, entre risa y risa, pensaba: «¡Qué cabrona! No sólo me está retratando a mí, sino a los perfiles de tíos con los que he salido». En muchas ocasiones me acordé de los mensajes que me mandáis al leer mi libro, diciendo «Yolanda, me he sentido taaann identificada leyéndote». Vale, ahora sé lo que se siente.
Mis amigas llevan años pidiéndome que escriba un libro sobre mis
patéticos romances. Yo siempre respondo que, el día que entienda cómo funcionan los hombres, prometo escribir un manual de uso. Pero no voy a hacerlo, porque ya lo ha hecho Marta, y de un modo inmejorable. Y, además, como dice en su dedicatoria, como cuando tocábamos chufa de pequeñas «por ti, por mí y por todas mis compañeras». Porque, quien más y quien menos, si no es una Bridget Jones como yo, lo fue en algún momento de su vida o tiene amigas que lo son.
Pero, lo mejor de todo no es esto que te he contado. Lo mejor es que el libro estaba perfectamente ubicado en la estantería. Verás, cuando yo hice mi máster en Coaching, Inteligencia Emocional y PNL, a veces me quedaba sorprendida porque, sin conocer esas herramientas, yo ya las había aplicado de forma inconsciente en mi proceso para recuperarme de mi desorden alimentario. No sé si Marta González tiene formación en este campo pero, aparte de crearte la necesidad de comprar un par de libros de Punset, pone incontables ejemplos de toma de conciencia, distorsiones cognitivas, metamodelo del lenguaje, pensamientos automáticos, resistencia al cambio, programación neurolingüística, cambio de creencias, pensamientos adaptativos o inteligencia emocional. Consciente o inconscientemente, y siempre en clave de humor, te hace tomar conciencia de la realidad, no de tu película mental . Y aquí me hizo mucha gracia ver que hasta compartimos el ejemplo de Escarlata O’Hara, pero la mía sin nabo, e ¡incluso establece un plan de acción final basado en preguntas al lector! Vamos, coaching con humor que, dicho sea de paso, también es una de mis mejores herramientas.
Un placer leerte, Marta. Gracias.
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