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8 PASOS PARA COMER SIN ANSIEDAD
Esta semana está siendo horrible. Un tiempo que yo esperaba de descanso, está resultando una pesadilla. Ya os he ido diciendo que estaba muy compulsiva. Todos los días he comido algo que no debía.
Y, más que preocuparme los kilos, lo que me asusta es mantener esta dependencia de la comida.
Es cierto que he avanzado mucho en estos once meses, muchísimo, pero no lo suficiente. He desarrollado tolerancia a situaciones que antes me abocaban irremediablemente al atracón, pero sigue habiendo situaciones extremas ante las que pierdo el control y repito los patrones que he usado toda mi vida.
Cuesta mucho desaprender, es dificil dejar de usar lo que te ha valido durante tantos años. Sí en el día a día, pero no cuando llega algo verdaderamente dificil, algo que llevas años enfrentando sin éxito, esa situación que te asusta, te pone en alerta y te obliga a replegarte sobre ti misma, abrazando tus rodillas como una niña asustada.
Hoy he llorado, y he comido, y he vuelto a llorar. No sé si la ingesta que he hecho podría calificarse de atracón, pero sí desde luego de compulsiva y desproporcionada.
Sabéis que no me asustan las caídas, aprendo de mis errores y me levanto con más fuerza. No le daría importancia si la situación detonadora hubiese sido pasajera. Pero, qué pasa cuando tienes la certeza de que, no solo no se va a solucionar a corto plazo, sino que lo más probable es que empeore? Qué te queda entonces? A qué te agarras? Hoy, mientras lloraba, he recordado cuando grabé el año pasado el vídeo «Al borde del atracón» y pensaba en la ironía de verme exactamente igual, un año después, y por idéntico motivo. Por unos instantes me he sentido como en aquel momento, llorando ante la cámara.
No espero nada, no necesito que me ayudeis a buscar soluciones, aunque agradezco de corazón todos los ofrecimientos que me habéis hecho. Simplemente, siempre he sido honesta con las personas que formáis mi comunidad y tenía que contaros cómo estoy.
Así que, si como decís, de mi fuerza sacáis la vuestra… ved que hasta las torres más grandes caen y debemos permitirnos hacerlo. Sin culpa. Porque somos humanas. Porque no podemos con todo. Y porque no hay sentimiento que corroa más que el remordimiento.
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